miércoles, 3 de febrero de 2016

El acto de armarse caballero

En la España medieval los caballeros, al igual que en Europa, eran nombrados en una ceremonia con características del mundo secular y religioso. Este rito de consagración vario a lo largo del tiempo, pero desde guerreros de Tudmir recreamos el usado en el reino de Castilla y León en el siglo XIII, momento de máximo apogeo de este concepto caballeresco. Dicho ritual pasara después al resto de reinos medievales españoles.

Alfonso X el Sabio, rey tan importante para el Regnum Murciae, fue quien describió en el título 21 de la II de sus “Partidas” el ritual para armar un caballero castellanoleonés. De la que también poseemos una versión muy parecida en la corona aragonesa en el “Libro de la caballería” de Ramón Llull.

Los escuderos de linaje noble, que habían servido bien y demostrado su valor al servicio de un caballero, y podían permitírselo económicamente, debían seguir el siguiente ritual para ser finalmente nombrados caballeros por el rey castellanoleonés o por otro noble.
 Recreación del ritual de nombramiento de un caballero
 por los Guerreros de Tudmir, en la capilla de la
Torre del homenaje del Castillo de Alhama de Murcia

El aspirante, en primer lugar, debe pasar el día anterior en vigilia. Esta vigilia la debía hacer vistiendo un brial o sus mejoras ropas, tras haber sido bañado y lavada su cabeza al medio día. Este ritual de limpieza, que según el monarca “hace parecer bien las cosas a los que las ven” debía seguir con otra limpieza del espíritu en una Iglesia o capilla. 

Así mientras que de rodillas ora y reza, se le va diciendo todos sus deberes, así como los peligros, que le esperan como caballero. Llegada la mañana se vuelve a lavar y arreglar, donde es vestido sobre la mejor cama del lugar.

Acto seguido pasaría a oír misa y rogar a Dios que le guíe sus hechos para su servicio. Una vez terminada la oración vendrá el que le ha de armar caballero y le preguntara si quiere la orden de caballería ante testigos. Ante la respuesta afirmativa, volvería a preguntarle si la mantendría con las cuatro virtudes establecidas por los antiguos. Si también es afirmativo el padrino debe calzarle las espuelas o mandar calzárselas. 

El siguiente paso es ceñirle la espada al brial por medio de un cinturón grueso, debe ser ajustado pero que pueda usar después con la armadura completa puesta (cota de malla en este momento). Una vez hecho esto le desenvainara la espada y se la pondrá en la mano derecha para realizar un triple juramento: “la primera, que no recele morir por su ley si menester fuere, la segunda, por su señor natural; la tercera, por su tierra”.

Una vez pronunciado el juramento se le da la pescozada (bofetada dada al caballero novel por el oficiante), para que no olvide lo que ha jurado, a la vez que va diciéndole “que Dios le guíe a su servicio y le deje cumplir lo que allí prometió”. 

El penúltimo acto es el beso del oficiante, “en señal de fe y de paz y de hermandad, que debe ser guardada entre los caballeros”, algo que deberán hacer también todos los caballeros presentes en la ceremonia. Y por último el caballero novel enfundaba su espada y lo celebraba agasajando a los presentes con suculentos y caros festines.

Texto: Ginés José Muñoz Cánovas. Historiador.